La vida a veces tiene sorpresas y giros maravillosos a la vez que inesperados, no por no esperarlos o desearlos, sino porque después de muchos años esperando, de repente, aparece aquello que anhelabas. ¿Por qué hoy y no hace diez años? ¿Por qué hoy y no ayer? Quizás porque la rueda de la vida gira y gira y sigue girando…hasta que por un momento se detiene, te envía
un regalito y gira y gira y sigue girando….
Hoy ha sido un día de esos, de giro maravilloso y detención momentánea de la vida. Para contextualizar el momento he de remontarme a más de 30 años atrás, cuando yo era una estudiante de Bachillerato, final de los años 80 y primeros de los 90.
Durante dos años me dio clases de Historia una profesora, Lola Hidalgo, a la que yo admiraba profundamente, no únicamente como profesional de la enseñanza, que era magnífica, sino por todo lo que representaba para mí. Me parecía una excelente profesora. Lidiaba con todo el alumnado de esa edad con frases directas, concretas, correctas, precisas. Era más bien seca de carácter, recia en las formas, creo recordar que procedía de la zona de Castilla. No se entretenía en frotarnos con pañitos calientes, no nos pasaba la mano por el lomo ni nos permitía mucho desvaríos, no nos trataba con condescendencia ni con el trato maternal de muchas otras, pero tampoco como una pandilla de locas y locos adolescentes a quienes no hubiese que tomar en serio. Nos
respetaba, se esforzaba en conseguir que aprendiéramos, en que tuviéramos opinión propia sobre los asuntos que vivíamos, que le diéramos a los acontecimientos históricos el valor que merecían, que pudiéramos crear opinión sobre el mundo que nos estaba tocando vivir, que conociéramos ese otro mundo que nos había precedido…

Recuerdo como si fuese hoy cómo nos hizo reflexionar sobre la caída del muro de Berlín, que estaba ocurriendo mientras dábamos clases ese año. Para todas las personitas que allí estábamos, aquello era un acontecimiento más. Carecíamos de la perspectiva ni madurez suficiente para entender lo que podía significar y la trascendencia que tendría para el funcionamiento del mundo, pero ella dijo en una clase: “Ésto cambiará el mundo que conocíamos hasta ahora, será otro mundo diferente y vosotras lo estáis viviendo. Lo que está sucediendo hoy, se estudiará en el futuro en los libros de Historia”.
A mí esas frases me impactaron, me hicieron pararme. Me dotaron de perspectiva temporal. Empecé a darme cuenta que el tiempo pasaría y lo que para mí era un presente presentísimo, en un futuro sería historia . Que habría personas en ese futuro que, al igual que yo estaba haciendo en ese momento, estudiarían mi “época” como parte de la historia de épocas pasadas. Yo estaba allí, en ese momento histórico y quería poner los cinco sentidos para, pasados los años, poder decir: yo viví eso. Quería además atesorar ese conocimiento presente porque quería poder compararlo con lo que los libros futuros iban a contar. Lo que nunca podía imaginar era que ese futuro que yo imaginaba tan tan tan lejano, iba a llegar tan veloz convirtiéndose en tan presente hoy.
Lola Hidalgo entraba en clase, se dirigía a la mesa del profesorado, dejaba el bolso y las carpetas y, o comenzando a escribir en la pizarra o fijando la vista en la clase… esperaba. Con tranquilidad y parsimonia, con seguridad y firmeza, sin gritar, sin pedir silencio, sin aspavientos, sin movimientos bruscos…esperaba…hasta que la algarabía se iba calmando, el silencio adueñándose del espacio y el alumnado atento y entonces… comenzaba su clase. Ésto no le llevaba nunca más de cinco minutos. Eso conseguía con su sola presencia. Me parecía una mujer con una fuerte personalidad. Llegaba conduciendo su propio coche. Sí,algo reseñable porque no estaban las carreteras en esos años llenas de coches conducidos por mujeres. Vestía muy moderna para lo que yo veía a mi alrededor en el barrio obrero donde vivía, poblado mayoritariamente por mujeres amas de casa, recién llegadas emigrantes del
campo a la ciudad. Usaba casi siempre pantalones, bolsos grandes y originales, zapatos modernos (recuerdo unos con una hebilla grande y plateada), cazadoras a la cintura, siempre sobria a la par que elegante y a la moda, sin estridencias pero cuidando el detalle. Culta, leída, nos entremetía durante las clases reseñas de programas de radio, artículos de periódicos, viajes, opiniones e ideas de personas conocidas, comentarios de libros… Me parecía una mujer independiente, segura de sí misma, firme, atenta, valiente…Me sirvió de referencia para proyectar la mujer en la que yo me quería convertir y con su estar me dijo: “tú puedes hacerlo, tú también puedes ser esta mujer, hay otros modelos de ser mujer posibles”.

Para aquellas personas ávidas de conocimiento y con el gen de la curiosidad y el aprendizaje insaciables, nos abría una puerta al mundo y permitía que nos asomáramos para decirnos: “ehhhhh, oye, mira…..que hay otros mundos, otros proyectos de vida diferentes, que los sueños se pueden perseguir, que el mundo es mucho más grande de lo que ves en tu vida diaria y está lleno de posibilidades…vamos, camina, continúa, ve a descubrirlo!”.
Y además de todo eso… Lola Hidalgo me vió. Me vió y yo me sentí vista. Y eso marcó una diferencia en mi vida. Esa mirada le concedió valor a lo que yo soñaba, a lo que yo sentía, a lo que esa adolescente proyectaba.Fue la primera persona que me habló de la existencia del Trabajo Social. Cuando yo estaba perdida, luchando por decidir en el año siguiente qué es lo que quería estudiar, sabiendo que aunque tuviera unas notas brillantes las carreras universitarias deseadas por la familia y el entorno social, Derecho o Económicas, no me gustaban, ella, en una clase que le planteé mis dudas me dijo: “Creo que por tu carácter, por tu forma de ser, por lo que te conozco…esta carrera te gustaría”. Y puso el Trabajo Social en mi vida, porque estaba en otro mundo por completo ajeno al mío y no sé si alguna vez habría accedido a él. A pesar de su comentario, me dejé llevar por la presión del entorno, comencé Económicas, lo dejé en el primer trimestre y al año siguiente retomé Trabajo Social…hasta hoy. Y hasta hoy sigo pensando que lo volvería a elegir, a pesar de todos los pesares. Y hasta hoy sigo pensando que Lola Hidalgo no se equivocó y su consejo fue un acierto en mi futuro profesional.

Le dio valor a mi inocencia y a mis sueños de justicia social. Nos encargó hacer un trabajo sobre la guerra civil en Ruanda, entre hutus y tutsis, que ocurría en esas fechas, finales de 1990. Cuando lo debatimos en clase, recuerdo que yo, entre enojada, sorprendida, incrédula y por supuesto muy vehemente, dije: “Pues no entiendo cómo el resto de países no se revelan contra ese intervencionismo de Estados Unidos, porque si le ha pasado a Ruanda en cualquier momento les puede pasar a ellos también”. Y Lola Hidalgo me miró y me dijo: “Pepi, eres maravillosa!!!” Comentario seguido inmediatamente por las correspondiente carcajadas y chascarrillos de toda la clase. Pero yo, en su mirada y en su comentario, entendí todo lo que me quería decir: lo imposible de mi planteamiento, lo maravilloso de mi credulidad y de mi inocencia, el realismo de que el mundo no funcionaba tal cual yo lo pensaba, lo equivocada que estaba en mi creencia…pero…le dio valor a mi sueño de justicia social y mundial y no se rió
de él ni lo desvalorizó por utópico. Lo acogió. Y eso siempre te da alas, hasta el punto de no importarte las risas ajenas, hasta el punto de creer, que tú, por mínimo que sea el movimiento, puedes contribuir a cambiar algo en el trocito de mundo que te ha tocado vivir.
Desde que acabé el Bachillerato, en 1991, no había vuelto a saber nada de Lola Hidalgo. Con el pasar de los años, aún más me dí cuenta de la importancia que había tenido en mi vida. A veces pensaba: igual me la encuentro caminando por la calle, igual que me encontré a otros profesores y a alguna profesora del lnstituto… pero nunca sucedió. Hace unos 7 años coincidí con una profesora y le pregunté por ella, y me dijo que vivía, y que estaba bien y que seguía por Málaga. Le dí mi teléfono para que si la veía, le dijese que me gustaría contactar con ella. Pero nunca recibí respuesta. Por razones laborales, estoy provisionalmente unos meses en contacto con el personal docente, y hace como dos semanas me llamó un docente del Instituto donde estudié para solventar unos temas burocráticos de funcionamiento. Durante la llamada me acordé de mi profesora y le comenté mi interés en ponerme en contacto con ella. Me dijo que sí sabía de ella, que estaba bien y le dejé mis datos por si podía hacérselos llegar. Y hoy, al abrir mi correo electrónico, he recibido un mensaje con los datos de Lola Hidalgo y sus deseos de que me ponga en contacto con ella. Después de tantos años queriendo contactar, hoy parece que ha llegado el momento. Y así, de ese mensaje y estos deseos, llegan estas letras.
Porque puede ser que un día cualquiera, más de 30 años después, alguien te escriba unas letras para agradecértelo.
Gracias, Lola Hidalgo, porque nunca fue Lola, siempre fue Lola Hidalgo…muy muy agradecida.
Málaga, 27 de octubre de 2021
Pepa Trujillo Torres

Q sorpresa encontrarme aquí un relato d Pepa. No me percate d ello hasta avanzada la lectura, al aparecer su nombre. Algo no me encajaba contigo, Rosario. Felicitaciones a Pepa
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