Un nuevo desafío

Soy un culo inquieto, lo sé. Ahora ya no me conformo con estar aquí en Burdeos, quiero dar un paso más: independizarme y vivir sola en un apartamento que pretendo alquilar. Salir de nuevo de la zona de confort, afrontar un nuevo desafío.

En teoría estoy fenomenal, como en casa, con mi casera. Me acoge como una madre, para bien y para mal, y no solo en lo que se refiere a las cuestiones prácticas. Me prepara una comida saludable, me lava la ropa, me da información de las peluquerías, de los comercios, de los transportes o de los museos. Me pone al día de las noticias, locales o internacionales ya sean de política, cultura o economía. Me cuenta cómo va el mundo y me habla de lugares y políticos que ni conozco. Y de paso me imparte una clase de conversación en francés diaria.

nido.jpg

¿Entonces por qué planeo dejarla? ¿por qué necesito siempre el movimiento? ¿Por qué me cuesta tanto acomodarme y disfrutar de lo que tengo?

Y también me aporta la ventaja nada desdeñable de la rutina. Es verdad que están las clases diarias de francés, eso estructura bastante, le da un orden a mi vida. Pero el resto del tiempo libre, ella con sus hábitos me ayuda a darle forma: horarios de comida, de lavado de ropa, de limpieza… y de ciertos (muchos) rituales. Salimos cada fin de semana a algún sitio juntas y gracias a eso estoy conociendo lugares de la ciudad a los que seguramente no iría. A veces vamos a restaurantes con apariencia de ser carísimos, al más puro estilo parisino, a los que no me atrevería a entrar, pero que resultan ser de lo más agradables y sorprendentemente asequibles; visitamos mercadillos de antigüedades, exposiciones y conciertos generalmente gratuitos en librerías o iglesias.

También está el importante apoyo emocional: Encontrar en casa a alguien que parece que me VE, que está atenta a mi estado de ánimo, alguien con quien compartir que hoy estoy ansiosa o triste, o a quien expresarle la alegría de mis progresos o la anécdota divertida del día. Alguien a quien abrirle el alma cuando no puede contenerse más. Alguien que hace como que te escucha y se preocupa por ti o al menos permite que te lo creas por momentos. Como el otro día, que me dio un discurso sobre lo bien que me sentaría buscar una pareja, un compañero. Parece increíble que con 83 años sea ella la que me trate de convencer de que use internet “porque estas cosas no se pueden dejar al azar, no hay tiempo que perder para disfrutar de la vida”, dice.

Los franceses y las francesas

Somos vecinos cercanos, pero en lo poco que llevo viviendo entre ellos, se ve fácil la diferencia de su cultura con la nuestra: el gusto por la cortesía que cultivan al extremo y que pactican hasta los más pequeños; el refinamiento en los modales, hasta en la forma de andar; la tendencia a planear todo con bastante antelación ¡incluidas las diversiones!. Yo no termino de acostumbrarme y aún me sorprendo cuando pregunto algo a la dependienta de un comercio y no me contesta hasta que no respondo a sus “buenos días” en primer lugar, antes de poder empezar cualquier conversación. Siempre hay excepciones, aquí también hay despistados que se tropiezan contigo y ni te miran, pero no es lo general, no.

También me llama la atención lo que tienen en cuenta la estética. Llegan al punto de hacer una obra de arte de cualquier cosa, lo mismo una reja, que un escaparate. Al pasar por muchos establecimientos no se sabe qué son a primera vista: quizá parece una floristería por las bonitas plantas de la entrada, pero resulta que es una cerrajería. O parece una tienda de decoración y te sorprende ver gente tomando algo dentro porque es una cafetería. O crees que es una pastelería por la magnífica exposición del escaparate y resulta que es un restaurante. Sin exagerar, también encuentras alguna que otra caca de perro por la calle, o basura fuera del contenedor, pero menos… Y luego, las ocurrencias que tienen: en mi barrio hay una ¡“clínica de muñecas”!

burocracia.jpg

Lo peor hasta ahora que he encontrado es que son súper enredados con las cuestiones burocráticas y esto está siendo un problema a la hora de encontrar piso. No se trata solo de la poca oferta que hay de apartamentos, caros por cierto, sino de lo complicado que es elaborar un “dossier” como ellos le llaman, imprescindible para poder visitar siquiera un piso. Entre los documentos que exigen están tener un garante con residencia en Francia, con sueldo y parentesco que sean fiables. Los estudiantes al uso como mi hijo lo tienen más fácil porque la universidad y sus padres le avalan. Pero yo que ni soy empleada en Francia, ni pago impuestos aquí, ni tengo edad de ser estudiante, ni estoy en la universidad… nininini….Estoy esperando un milagrito y encontrar un particular que se fie de mi. Las inmobiliarias ni siquiera me atienden. Pero estoy segura de que algo encontraré.

De adolescente a adulta

Una amiga que vino a visitarme me dijo que estoy viviendo la adolescencia que no viví en su momento: estudiante sin más preocupaciones ni obligaciones que los deberes escolares; disfrutando del aprendizaje, de las visitas culturales y de las relaciones estudiantiles.

Si tiene razón, quizá por eso siento que tengo que buscarme una vivienda para mí sola. Dejar de lado esta seguridad y confort, donde no termino de desarrollarme, donde no puedo desplegar las alas (aunque aterra el vuelo!). Y claro, es que no he venido a esconderme. Ha estado bien esta etapa, esta casa de acogida que me ha facilitado el aterrizaje en una tierra extranjera, la primera vez que me alejo de mi entorno, pero el cuerpo me pide ir ya un poco más allá.

A veces me sorprendo acoplándome a horarios y costumbres, siendo complaciente, negándome a mí misma para convenir con ella, dejando de ser yo para no llevar la contraria, para que siga reinando la armonía. Dándole la razón por no enfrascarme en un debate, sobrellevando manías y hábitos que tengo que tragar porque no estoy en mi casa. Lo normal de una convivencia por muy buena que sea. Ese ojo atento sobre mi nuca a veces molesta, ahora sé lo cargante que puede llegar a ser una madre con su mejor intención. Vamos, que está empezando a aflorar en mí la rebeldía adolescente, si.

Increíble con qué facilidad puedo cambiar de punto de vista: La bella casa histórica puede parecerme un anticuario; la erudición del otro se me hace cargante a veces; las atenciones, aplastantes y controladoras; el orden, una manía; y la conversación, una carga. Hasta la comida saludable, me puede llegar a parecer una manía obsesiva!

cafeteras.jpg
Esto me reafisma en que toca terminar de emanciparme, salir fuera y afrontar la vida y a mí misma. Dar el último paso en la autogestión, la autonomía y la independencia de vivir sola (lo repito para convencerme, una estrategia de los coach) Responsabilizarme de mi tiempo, de mi disfrute y de mis obligaciones, de mis relaciones y mi soledad. De gestionar mis emociones, mis días, mis estudios y mis aficiones.

Nueva etapa

Estos días voy de nuevo a Colmar, pero aprendí algo de mi primer viaje: me alquilé un apartamento en aibnb para alojarme mientras visito a mi benjamín. (Hay momentos como estos en que me doy cuenta lo afortunada que soy).

A la vuelta empiezo un nuevo periodo en la Alianza: nuevo horario, profesores y compañeros. Me inscribí en un curso menos intensivo que será por las tardes. Eso hará variar por cierto mi dinámica en la casa, ya que pasaré más tiempo en ella.
Estoy contenta porque era demasiado fuerte el ritmo, aunque me permitió obtener en poco tiempo el nivel B1. A partir de ahora haré talleres de gramática y conversación, más prácticos, más dinámicos y cortos, además de las clases que serán solo 4 horas por semana. Lástima que estudiar en la Allianza Francesa en España cueste más cara aún que aquí porque son realmente muy buenos, muy recomendables.

Sigo cultivando y expandiendo mis relaciones, veo regularmente a compañeras de clase y a otras que ya no lo son. Y cada vez con más frecuencia me encuentro a gente conocida por la calle o en el gimnasio que me paro a saludar. Me alegra mucho, me hace sentir como en casa. Algunas amigas han empezado a pedirme masaje, lo que me propongo comenzar a hacer a la vuelta de mi pequeño viaje al norte.Creo que será un hito importante para mí empezar con los masajes.

Estoy satisfecha de como estoy gestionando esta etapa en la que no todo es color de rosa. Contenta porque sigo avanzando (aunque sea despacio) en mi propósito de deshabituarme a los ansiolíticos. Estoy convencida que solo aquí puedo hacerlo, lejos de todos los estímulos de mi entorno habitual. Creo que estoy en el sitio idóneo: en el más tranquilo, seguro y confortable que encontré. Ahora espero afrontar el nuevo desafío sin desestabilizarme y terminar de consolidar mis progresos. Y de camino recibir a mis hijos si quieren venir a visitarme. Eso me encantaría.