Alquitrán y la Nueva Terapia

Alguien sabe cómo se quita una mancha de alquitrán? Si es una tela vieja, se tira y ya está. Pero si le tienes aprecio… cómo haces para quitar la mancha y no destruir la prenda? Y si te has manchado la piel? Y si el alquitrán te ha calado hasta los huesos? Qué se puede hacer para desprenderse de tan repugnante y viscoso elemento que casi forma parte de tu cuerpo. Hoy paseando bajo una suave y dulce lluvia por un parque cercano me di cuenta que es así como vivo mis últimos episodios de tristeza: como negras y pegajosas manchas enquistadas de alquitrán adheridas a los huesos y con las que convivo sin darme ni cuenta. Tan acostumbrada a llevarlas encima que generalmente ni las veo. Incluso a veces  siento una extraña ligereza,  la sensación de haberme liberado un poco del espesor de la mancha y me siento tímidamente contenta. Otras veces nuestras miradas se cruzan y veo frente a mi  esa materia pegajosa y siniestra y un escalofrío me recorre el espinazo. Me paraliza el terror de no poder deshacerme de ella, de que siga ahí ese parásito que me chupa la energía. Me inunda la impotencia y el pánico de ser portadora de una maldición, como si un ente vivo y maléfico se apoderara de mi, de mi voluntad, de mi fuerza. La repugnancia se junta con el miedo y solo quiero huir, donde sea. Agarrarme a cualquier cosa, que algo o alguien me salve de mi mancha. De mi.

Quizá me influyó lo que leí por azar hace unos días sobre el Black goo, una sustancia babosa, negra, con apariencia de tener vida propia y de origen incierto que tiene algo que ver con corrientes conspiradoras y pelis de ciencia ficción. Parece que su base científica está relacionado con el grafeno y sus curiosas propiedades descubiertas no hace mucho por un premio Nobel pero sin desarrollar, sospechosamente según algunos, a pesar del potencial que dicen que encierra. 

A veces estoy cansada de tanta batalla, muy cansada. Tantos años de médicos, de terapias, de medicamentos de todo tipo. Tanto dinero…Tantas esperanzas nacidas y muertas, tantas herramientas puestas en práctica… y aún batallando! Quizá para toda la vida. Como el que tiene una enfermedad congénita, forma parte de mi, no hay “quitamanchas” que pueda con esto sin quitarme a mi de en medio también. 

Ultimamente había descansado un poco  en el incómodo equilibrio de no mirar mucho la negrura. Pero de nuevo acecha la oscuridad que intermitentemente me acorrala y me aísla donde nadie puede rescatarme. Es como si estuviera en el fondo de un pozo de paredes pulidas como el mármol y algunos estiran el brazo para ayudarme pero queda demasiado alto y no puedo asirme a nada para escalar. Y no hay cuerdas, no hay nada. Solo necesito dejar de tener miedo. Dejar de creerme todo este cuento chino. Dejar de mirar pareces lisas, ni pozo, confiar en que no es real nada de eso, conseguir despertar de la pesadilla y simplemente, vivir. Cuando consigo fijarme en que momento a momento soy capaz de respirar, aunque me duela el alma, pero que yo estoy ahí más fuerte de lo que me parece, y que me puedo acompañar en la travesía como si me desdoblara de esa niña asustada… cuando me dejo atravesar por la tristeza sin resistirla, sentirla, llorarla… puedo consolarme a mi misma y darme cuenta que todo acaba pasando y sanando.

Photo by Plato Terentev on Pexels.com

La nueva terapia

Hace un mes hice un curso en Valencia de La Nueva Terapia: “la terapia más antigua del mundo”, como bien dice quien nos formó. Ya había dejado de hacer cursos, de buscar salidas, de probar cosas. Me tomé un respiro, pero me atrajo tanto esto que no pude dejarlo pasar (aunque tardé meses antes de decidirme). No llevaba muchas expectativas -siempre compensará disfrutar de la preciosa capital valenciana, me dije- pero la experiencia fue excepcional. Todo muy profesional, bien organizado, un auditorio variado, extenso y acogedor: 120 personas de muchas nacionalidades. Todos ávidos por aprender, algo asustados pero motivados por descubrir y probar de qué iba aquello,  eso de la supuesta sanación cuántica. Poca teoría y mucha práctica !y qué prácticas! Sin filosofías rancias y explicaciones rebuscadas. Puro ejercicio de atención e intención, educar la mente para acceder a otros planos, algo así.

Afortunadamente que el equipo de formadores nos sigue “sosteniendo” tras el curso (videoconferencias, mail, chats…) porque en esos días donde experimentamos cosas tan intensas, era imposible asimilar al mismo tiempo el conocimiento de las técnicas y protocolos que se requieren para aplicarla.

El caso es que esta terapia, que no podría explicar en dos palabras, requiere comenzar con un trabajo de autosanación, dedicar un tiempo diario a la exploración y liberación de “bloqueos” que provocan nuestro desequilibrio, la enfermedad, el síntoma. Lógico: cómo vas a tratar de ayudar a nadie si tu misma no te has sanado…. Pero ay! Esto ha abierto la caja de Pandora. Ya  nos explicaron y ocurre en otras terapias, que en los pacientes se podía dar lo que se llama crisis curativa: el proceso inverso que hace el cuerpo para desandar el camino desde la salud a la enfermedad. Vamos, que para llegar a estar bien vuelves a atravesar síntomas que habías incluso olvidado. No siempre se da, pero a veces puede ser bastante intenso. Y creo que eso es lo que me está pasando a mi. Terminé la formación llena de energía, de motivación, reconociendo mi objetivo, lo que me hace vibrar, lo que quiero hacer con mi vida… explorarme a mi, conectarme con los otros, experimentar otras maneras de estar en el mundo…pero después de varias semanas de una hora diaria de autoindagación personal uffff! es como si hubiera limpiado las lentes y veo sin remedio todos y cada uno de esos pelotones de alquitrán que me consumen y me amargan la vida. 

Vienen como oleadas: cada pocos días, inquietud, irritabilidad, angustia, ansiedad, tristeza, llanto, liberación, calma… y vuelta a empezar. Hablando con unos y otros he llegado a la conclusión que tengo que tener mássss paciencia, que tanta medicación y tanta negrura tapada por años no se pueden desprender tan fácil, que necesito más tiempo y constancia. Y mucha CONFIANZA, que es el otro pilar que se me tambalea. El miedo se aparta a ratos y va dejando que mire realmente lo que hay, que le ponga luz a la oscuridad y que se vaya disolviendo la pesadilla como un desengrasante haría con una mancha de alquitrán.

Photo by Mariusz Knieja on Pexels.com

Salud mental

Todo tiene su para qué, su aprendizaje. En esta última racha difícil, he aprendido nuevas cosas. Siempre me asustaron las personas con trastorno mental y me doy cuenta hasta qué punto estoy rodeada por ellas (yo la primera): ascendentes, descendientes y colaterales. Ya sé que habría que definir la “salud mental” pero no me quiero poner demasiado rancia. Y la paradoja es que mi primera experiencia traumática está relacionada con la “locura” y por mucho que quiera escapar, la vida me mete cada vez más en ese fango, a ver si consigo salir ya de aquí, que ya está bien.

He descubierto -en mis maniobras desesperadas por buscar nuevas salidas- que hay nuevos tratamientos interesantes para tratar algunos trastornos mentales, como la estimulación magnética transcraneal (EMT) que se aplica a personas con depresión persistente y resistentes a fármacos habituales. Sorprende que nadie apenas conoce la técnica y está instaurada en casi todos los hospitales de España y en cada vez más clínicas privadas repartidas por toda la geografía de occidente. 

Otra técnica muy esperanzadora es el tratamiento con ketamina. Sí, esa droga que se usó durante más de 50 años como anestésico, ilegal y peligrosamente consumida con fines recreativos y que ahora se usa sobre todo en veterinaria, parece que está dando muy buenos resultados a dosis bajas como antidepresivo y para otras patologías.

En fin, después de correr un poco como pollo sin cabeza a ver qué salidas encuentro, de nuevo me asenté, me convencí que la solución está aquí mismo y no fuera (aunque lo de fuera ayude tanto) y le haré caso a Santa Teresa: “en tiempo de tribulación no hacer mudanzas”. Así que por el momento me quedo como estoy, aflojando el ritmo de mis “autosanaciones”, un camino de autoexploración demasiado potente, para regular la intensidad del proceso.  Y tomando aire para el siguiente desafío: un recorrido por el desierto en 4×4 al sureste de Algeria en tienda de campaña. Y a mis años. Ya os contaré si cambio el color de mi mirada del negro al amarillo a la vuelta, porque claro, cobertura allí como que no.

Photo by Vlad Cheu021ban on Pexels.com

2 comentarios en “Alquitrán y la Nueva Terapia

  1. ¡Creciendo! Las manchas de alquitrán sobre el cuerpo se quitan creciendo. Sustituyendose las células manchadas por unas nuevas. Sólo así, haciendo bueno el dicho de «renovarse o morir» (aunque quizás aquí sería mejor con «y»).
    Personalmente no confío mucho en las energías «cuenticas», aunque en genera, salvo excepciones que pueden ser incluso peligrosas sino delictivas, todas las experiencias vividas grupalmente en ambientes dirigidos por gurús especialistas en las dinámicas emocionales casi siempre producen un «chute» de adrenalina y empoderamiento que te pone a 100 y pueden favorecer tomas de decisiones cruciales que de otra forma no habriamos tomado.
    Particularmente me atrae mucho más esa experiencia en el desierto que deseo sea todo un éxito. Ya nos contarás.
    Un fuerte abrazo.

    Me gusta

Deja un comentario