Todos sabemos ya la relación entre salud y alimentación. Pero estamos todos de acuerdo en que lo que comemos afecta también al estado de ánimo, a la salud mental? Muchos estudiosos lo aseguran y lo argumentan y yo lo he comprobado.
No es que me haya curado, evidente, pero sí mejorado, y quién sabe si prevenido… Someter al cuerpo al fuerte estrés de la ansiedad y la depresión durante tanto tiempo y seguir todavía por aquí creo que tiene mucho que ver con un cambio drástico en la forma de alimentarme.
Me parece prometedor y muy interesante cómo una adecuada nutrición puede evitar o revertir algunas enfermedades, incluso las mentales. Así que me puse a leer libros sobre el tema, miré webs de nutricionistas como Jorge Limón o Diana Iriarte y hasta hice cursos de cocina macrobiótica. Cada experto afirma cosas diferentes, es verdad, incluso se contradicen a veces, pero es enriquecedora la controversia, se abren puertas nuevas, dan qué pensar y al final vas depurando…
Lo primero, como en todo, es conceder el beneficio de la duda a las diferentes propuestas, ponerlas un poquito a remojo, a ver si superan la prueba del sentido común. Y sobre todo la prueba de tu propio cuerpo, todos somos diferentes y aunque tenemos “atontada” la intuición, a medida que ésta se va despertando es la mejor guía para saber lo que a cada uno le va bien y lo que no.
No se trata de fórmulas mágicas, infalibles ni de recetas rápidas y fáciles de aplicar (aparentemente) en la vida tal como la tenemos montada. A veces es tan fácil como dejar de comer lo que nos daña, eso ya puede ser decisivo: es más importante lo que eliminamos que lo que añadimos a la dieta.
Requieren también mente abierta, disposición a cambiar de hábitos muy asentados, y constancia. Cuesta acostumbrarse a nuevos ingredientes de nombres y procedencias extrañas, estar atentos para no sucumbir a las modas pasajeras…Pero he comprobado que lo más difícil es iniciar el cambio, después, enseguida rueda todo con facilidad: etiquetas de nuevo los botes de la despensa, aprendes en talleres o en tantos canales de you tube y hasta consigues disfrutar cocinando platos muy sencillos, variados y saludables.
En el maremágnum informativo y de corrientes de alimentación casi todos coinciden en que es mejor mantenerse alejado de:
El azúcar blanco, (y está por todas partes!) Es muy interesante entender por qué pero yo soy incapaz de repetir aquí la explicación.
Las harinas refinadas. Nos pasamos con los hidratos de carbono, pero los que comamos, mejor integrales y ecológicos.
Los conservantes y aditivos de las conservas y precocinados, refrescos…
Los lácteos, especialmente de vaca: el calcio se obtiene de muchas otras formas.
Aceites refinados; pero es muy importante tomar grasas “buenas”.
Limitar las carnes rojas y evitar el cerdo.
Por último, moderar el consumo de alcohol, (mejor vino que cerveza), café, fritos y un largo y variado etc.
Hay controversia todavía, pero parece conveniente evitar el trigo, la soja y el maíz, entre otros.
Al final, lo más útil es afinar el oído en la escucha del cuerpo y contrastarlo todo con el principio infalible de lo que te sienta bien y lo que no. Con sentido común, sin extremismos, y no como yo, que rápidamente hago de la virtud perversión. Del sano interés por cuidar la alimentación construyo rápidamente un escondite donde distraerme un rato, un escondrijo donde meter la cabeza para no VER lo que me toca, donde perderme un rato de mi misma.
Esto no va solo de qué alimentos comemos o cómo los cocinamos (normalmente demasiado), sino de cómo masticamos, como podemos desintoxicarnos periódicamente o del beneficio de los ayunos. Tampoco se trata sólo de comer bien para curarse, de quitar un síntoma, sino de comer bien para estar bien, como un gesto de autocuidado, de respeto por el cuerpo que habitamos. Así lo veo yo.
Tengo que confesar que me fascina conocer la historia personal de muchos de los expertos que consulté, casi tanto como la propuesta que hacen. Muchos llegaron a estudiar estos temas porque sanaron dolencias que no tenían fácil solución. A casi todos les transformó personalmente bucear en los entresijos de la nutrición y luego decidieron dedicarse a compartir su experiencia.
Ana María Lajusticia es una de las últimas personas que me dio por investigar. Es una química experta en nutrición que a sus noventa y tantos años sigue dando conferencias y promoviendo cambios en la alimentación, haciendo bandera de la suplementación de magnesio, entre otras cosas. Padeció durante 20 años artrosis y la medicación a base de corticoides le provocó diabetes. En vez de solucionar un problema salió con uno nuevo ¿nos suena eso de algo? A partir de ahí investigó, y se curó con cambios en su alimentación y lleva más de 40 años compartiendo lo que sabe. Creó una línea de suplementos dietéticos que según ella todos debíamos tomar porque la pobreza del suelo disminuye los nutrientes de los cultivos. Tiene muchas conferencias en internet, eruditas pero amenas y entrañables. Yo voy a desayunar huevos a diario para ver si llego a su edad con la misma lucidez, compromiso y alegría.