Soy una experta en sueños. De veras. Pero no una de esas que saben interpretar sueños, que tiene sueños premonitorios o que pueden soñar lo que quieren. Soy experta en vivir soñando y en soñar durmiendo. También en recordar lo que he soñado a lo largo de toda mi vida. Igual que recuerdo lo vivido, recuerdo lo soñado (tienen para mi una consistencia parecida): los sueños repetitivos, los placenteros, los terroríficos…
Desde muy joven necesitaba escribir los sueños porque a veces me perseguían: el impacto que me producían era tan fuerte que me obsesionaban durante días. Los personajes, las sensaciones, las tramas….invadían constantemente la realidad, contaminándola. Eso me incomodaba, me pesaba. Cuando los plasmaba en un papel conseguía quitarles fuerza, diluirlos un poco, me aliviaba. Aunque muchos están escritos en montones de libretas, bastantes de ellos siguen aún frescos en mi memoria como los recuerdos de cosas que me pasaron de verdad. Para mí, tienen una naturaleza tan sólida casi como la realidad misma. Desde siempre lamenté no dominar el pincel para poder dibujar algunos sueños. Si desarrollara esa habilidad podría pintar escenas soñadas hace mucho tiempo.
Antes no tenía ni idea de qué hacer con las historias que soñaba, salvo tratar de liberarme de ellas cuando me obsesionaban. Luego, ya adulta, a medida que tuve que hacer terapia intermitente, me fui dando cuenta del valor de ese material para conocerme a mí misma. También a medida que leía libros de autoayuda, digamos que cada vez más selectos, serios y especializados, encontré algunos que trataban el tema de los sueños. Me ayudaron a comprender un poquito el funcionamiento del inconsciente, del mundo onírico, y me dieron claves para interpretar, para comunicarme con esa parte oscura de mí donde se esconde lo que verdaderamente soy, lo que anhelo llegar a ser en lo más profundo y lo que a tientas y a ciegas trato de encontrar en la vida. Porque en esa conexión entre nuestra vida consciente y la inconsciente estoy convencida que está la clave para encontrar la coherencia interna, la armonía, nuestro verdadero gozo y la fuerza vital que parte justo de ahí.
El inconsciente habla
Todos sabemos ya que los sueños son uno de los lenguajes del inconsciente y que éste es el que nos gobierna casi al cien por cien. En la vigilia, cuando estamos aparentemente despiertos, parece que gobernamos algo de nuestra vida, que estamos al mando… esto es una gran ilusión, pero tan bien elaborada que la vivimos como si fuera real. Si cuando soñamos tenemos la seguridad de que es REAL lo que estamos viviendo, ¿cómo estamos tan seguros que lo que vivimos despiertos es lo auténticamente real y no al contrario? Entender la irrealidad de ambas experiencias tiene que ver con un importante cambio en la conciencia, creo yo. Pero esto son palabras mayores.
Contar mis sueños sería contar la historia de mi vida. Ya hablé en otro post del primer sueño repetitivo que tuve con unos 6 o 7 años, el de los caramelos que me quitaban después de ganarlos en una carrera. Y de la primera experiencia de sueño lúcido que tuve en uno de ellos: es lo que se llama a ser consciente durante el sueño de que se está soñando. Luego leí cómo se puede desarrollar esa destreza y otras como los viajes astrales, que no son más que desdoblamientos o desplazamientos, (por ejemplo volar, o verse a uno mismo como un personaje en una escena) bastante frecuentes en los sueños. También cómo soñar con lo que uno quiere e incluso resolver cuestiones pendientes durante los sueños.
A veces, cuando era joven y me bloqueaba estudiando matemáticas o física y me proponía resolver los problemas durante el sueño. Quizá no recordaba qué había soñado, pero muchas veces me quedaba estupefacta porque solo ponerme delante del problema irresoluble la noche antes, era pan comido al día siguiente.
Todos tenemos a veces vivencias angustiantes aunque nada peligrosas relacionadas con los sueños, como la sensación de caída brusca, la parálisis al despertar, escuchar sonidos intracraneales intensos, o fuertes vibraciones; son al parecer intentos del cuerpo de realizar ese proceso de desdoblamiento que puede llegar a ser muy liberador y placentero. Eso dicen, yo no lo he experimentado, siempre me quedé en esa primera parte desagradable.
Lo más extraño que me ocurrió fue una vez que paseaba con mi hermana, tendría unos 20 años, por una ciudad turística que visitaba por primera vez. Al pasar delante de una casa normal y corriente, con solo una rendija de la puerta abierta, me quedé paralizada. Tuve la certeza que había soñado con ese lugar, que sabía lo que había dentro. Sin moverme, le describí a mi hermana lo que ví en sueños: una especie de pequeño despacho de comestibles, con frutas en el mostrador de madera, con un racimo de uvas en una caja… ella fue a comprobar y cuando me dijo que coincidía con mi descripción me quedé petrificada, se me erizó la espalda como a un gato asustado. No sé si fue un “dejà vu” o que realmente soñé con la casa antes de pasar por allí. Me impresionó mucho y estuve días, semanas, impactada.
Creo que todos tenemos un enorme potencial con los sueños que no desarrollamos, en mi caso, por el miedo y la desconfianza, que me limitan a la hora de explorar los límites, de dejarme llevar…
El lenguaje de los sueños
La aparente complejidad de la interpretación de los sueños -que en realidad es bastante simple-, está en que utilizan un lenguaje simbólico, no literal, y tenemos en general bastante oxidada la intuición y la fantasía, por el excesivo cultivo del raciocinio.
Para leer los mensajes de nuestra trastienda, hay que tener en cuenta varias cosas, sin ánimo de hacer una tesis doctoral del tema, no soy una experta en eso, solo en soñar. Primero, que hay un código universal, otro cultural y hasta familiar y, desde luego, uno estrictamente personal. De modo que algunos de los elementos que aparecen suelen tener significados iguales para todos: el agua, por ejemplo simboliza las emociones; la casa, nuestro propio cuerpo, la muerte, cambios (no fallecimiento, por eso hay un dicho que dice que soñar que alguien muere es alargarle la vida). Luego hay elementos culturales o familiares que tienen que ver en donde vivimos y con qué códigos: símbolos relacionados con lo religioso, por ejemplo, o con usos y costumbres de cada clan familiar. Un ejemplo de esto último podría ser cuando soñamos que tendemos ropa y en nuestra familia se ha recalcado el tema de lavar los trapos sucios en casa, no ventilarlos… Por último hay símbolos que solo se pueden interpretar en clave estrictamente personal: objetos, situaciones o personas que nos sugieren cosas concretas por experiencias que hemos vivido o nuestra manera personal de ver el mundo.
A veces, la explicación a un sueño es tan sencilla como que el día anterior comimos demasiado (y eso causa pesadillas) o hemos tenido una experiencia impactante y nuestro inconsciente la recrea para poder integrarla y nada más. Pero generalmente es muy útil darse cuenta que cada uno de los personajes que aparecen en un sueño son en realidad una parte de nosotros mismos. No representan a la persona que aparece, sino la cualidad que vemos en ella y que a veces no podemos ver en nosotros: el personaje nos lo muestra, nos enseña algo.
Hace un par de años, recuerdo que soñé con dos grandes arañas, una roja y otra negra, que descendían lentamente por grandes puertas como de un cercado. Yo iba en coche con otras personas, no había peligro, nos paramos un momento y seguimos adelante las dos ocasiones, solo sentí algo de repugnancia y bastante extrañeza. Cuando fui a la sesión con la terapeuta que en ese momento me acompañaba le comenté el sueño y me propuso un interesante trabajo: que hiciera un relato interpretando el sueño situándome desde la perspectiva de cada una de las arañas. Me quedé perpleja al principio, pero cuando empecé a escribir sin tener claro qué pondría, empezaron a salir emociones enterradas, y vi muy claramente qué me estaba mostrando el sueño. Fue espectacular.
El proceso de soñar
Hay personas que no recuerdan lo que sueñan, aunque todos soñamos. Por lo visto tenemos cada noche de 3 a 5 ciclos de sueño de entre 90 y 120 minutos. Cada ciclo atraviesa varias fases, y es en la fase REM, la de los movimientos rápidos oculares, cuando soñamos. Quien esté interesado en acordarse de sus sueños, se puede ejercitar fácilmente: antes de dormir, solo debe cultivar la intención de acordarse del sueño y al despertar, quedarse unos minutos en quietud, con los ojos cerrados, tratando de responder a la pregunta ¿qué soñé? Puede que durante días no obtenga resultado, pero seguro que al poco empezarán a recordarse escenas sueltas, sensación de haber soñado… y así hasta que se recuerden completamente los sueños. Otras técnicas nos ayudan a controlar incluso qué soñamos o cómo tener sueños lúcidos.
Yo me siento agradecida en general por soñar tanto y tan vívidamente, pero a veces, cuando tengo que escribir los sueños o los trato con mi terapeuta, me abruma la abundancia de historias: son verdaderos novelones, a veces dos o tres durante una noche, con todo lujo de detalles, con unas tramas elaboradas, con una densidad de matices, con muchísimo simbolismo. Es pesado a veces, como si viviera dos vidas paralelas,superpuestas, pero así es como soy.
Desde pequeña podía programarme para despertarme a la hora que quisiera. También era sonámbula: más de una vez me desperté recorriendo pasillo arriba y abajo mi casa a media noche sin saber por qué; o me contaba mi madre que había hablado y hecho cosas después de quedarme dormida en el salón y no me acordaba de nada. Otras amanecía completamente vestida en la cama, se ve que iba dormida ya antes de llegar…
De vez en cuando me ocurre, como anoche mismo, que soñé que soñaba y al mismo tiempo que sueño voy interpretando lo que estoy soñando: a veces siendo consciente, pensando sobre lo que sueño (durante el sueño!), otras veces mi mente rococó busca estrategias más rebuscadas. Esta noche llamaba por teléfono a una amiga y le contaba mi sueño y juntas interpretábamos lo soñado, mientras soñaba!!! Está claro que soy un poco más que rarita.
Pero volviendo al título de esta charla, aclarar que soy también experta en soñar despierta, en vivir en un mundo de fantasía, creado a mi medida sin darme ni cuenta. Y esto ya no es tan divertido. Supongo que esta tendencia se fraguó desde muy pequeña, fue la manera que tuve de salir adelante cuando viví situaciones difíciles que no estaba preparada para afrontar, para poder integrarlas. Es su día esta capacidad de invención apenas percibida fue una tabla de salvación, pero luego se convirtió en una fuente de dolor, porque por mucho que me esforcé, lo real no conseguía nunca que concordara con la fantasía, con las idealizaciones… y de ahí parte una gran fuente de sufrimiento. En eso estoy, intentando deshacer el chiringuito que monté durante toda la vida en mi cabeza, de cómo tenía que ser el mundo: la relación de pareja, la relación con mis padres, con mis hijos, con el trabajo o los amigos… es una deconstrucción dolorosa pero necesaria para seguir soñando sin dejar de vivir lo que la vida nos trae a cada momento exactamente tal y cual es.