La ansiedad, esa vieja amiga

Desde que tengo memoria he vivido algunos momentos SIN ansiedad. El resto, toda mi vida, ha sido una fiel compañera de camino: discreta, sutil, pero persistente, creciendo conmigo día a día. Cuando me ha superado en tamaño, tanto que me aplastaba, es cuando comprendí que siempre estuvo ahí. Ya que tenemos esta amistad tan intensa y durardera lo mejor es que nos conozcamos a fondo.

Hace poco fui a una charla sobre ansiedad que dio Enrique Martínez Lozano. Estoy cansada de conferencias, talleres, libros… y fui desganada, pero mereció la pena, por eso quiero resumirla, recordarla, compartirla. En el encuentro hicimos varias prácticas meditativas donde experimentamos lo que proponía. Solo así se aprende de verdad, a través de la experiencia, no solamente acumulando información, pero…

Habló de cómo se cuece todo en la primera infancia. Desde los tres meses de gestación, el bebé ya percibe lo que siente la madre a través de los cambios químicos que se producen en ella según su estado de ánimo. Los primeros tres años del niño son esenciales porque ahí se forma el vínculo con la madre o persona de “apego” que le dará (o no) confianza y seguridad para afrontar la vida. Por lo visto, cuando la carencia se produce antes de aprender a hablar, es más difícil aún reparar la herida, es más difícil asimilar, y aparece luego en la adolescencia una depresión inexplicable, por ejemplo, o una rebeldía sin sentido, o una tendencia autodestructiva…lo sé de buena tinta.

En la infancia se graban a fuego todas las experiencias, se crean las redes neuronales que regirán el cerebro adulto, explica Enrique. Si no se han desarrollado bien, luego es difícil rehacerlas, aunque parece que el cerebro conserva plasticidad, potencialidad de cambio, toda la vida. Menos mal, hay esperanza.

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¿Cómo aparece la ansiedad?

Si por cualquier circunstancia los padres no nos amaron o no nos sentimos queridos, quedamos incapacitados para amarlos y para amarnos a nosotros mismos. Por eso dice el ponente que somos INOCENTES radicales. La primera necesidad del niño es ser RECONOCIDO: “mis padres son más felices porque he nacido”. Si el niño no percibe esto, se produce un vacío afectivo, el miedo se instala, y una herida primaria le acompaña de por vida si no se la trabaja.

Atención a las madres, sobre todo: esto es inevitable, porque no se trata de lo que den los padres (imposible ser perfectos el 100% del tiempo), sino de lo que PERCIBEN los hijos, insaciables por naturaleza. No solo no hay escapatoria, sino que quizá esta herida es necesaria para poder madurar.

Siguió Enrique diciendo que si un hijo no puede amar a su madre, la culpa nunca es del niño, porque lo natural es que los padres amen a sus hijos y si no pudieron hacerlo, los hijos no pueden corresponder. No nos podemos obligar a sentir o no sentir algo. Las historias de los propios padres, la ignorancia… todo esto explica, aunque no justifica, algunas situaciones. Cuando alguien nos hace algo que nos duele, no hace más que despertar esa herida primera que ya tenemos.

La ansiedad, explica, no es más que el hambre de afecto y el miedo provocado por la inseguridad afectiva. El niño siente esta seguridad cuando es aceptado tal y como es, especialmente por la madre, y no solo expresado verbalmente. El contacto físico, por ejemplo, es tan necesario para la vida  como el alimento.

Bueno, pues ya está confirmado: la inseguridad, el miedo, la falta de atención cuando era pequeña han hecho de mí una persona ansiosa. Seguro que cuando era niña me ayudó a sobrevivir estar vigilante en las difíciles situaciones que viví, pero como no desmonté el chirinquito, ahora la visagra está oxidada y no me resulta nada fácil relajarme, soltar el control… No culpo a nadie, trato de comprenderme y aceptarme tal y como soy, y gestionarme lo mejor que pueda.

El apego y la capacidad afectiva

El apego SEGURO, explicó Enrique, es el vínculo, con la madre sobre todo, donde prima la seguridad y la confianza que permite al niño explorar el mundo, especialmente en las relaciones. Si falta constantemente, no se activa el “nosotros”, y aparecen dificultades en la relación. Todos vivimos en alguna medida el vínculo seguro (o no sobreviviríamos) y uno o más tipos anómalos de apego, por ejemplo:

EVITATIVO. Tendencia a evitar a la figura de apego (madre, padre…) para protegerse del sufrimiento de no sentirse amado. De adultos, esta herida provoca desconexión del propio mundo interior, negación, dificultad para sentir empatía y compasión, hasta llegar a comportamientos sicópatas.

AMBIVALENTE. El niño no sabe a qué atenerse, un día será acogido, otro rechazado. Provoca un yo confuso, depresivo. Este es mi favorito.

DESORGANIZADO. El más duro, cuando el niño es maltratado o abusado: una parte del cerebro invita al acercamiento y la otra impulsa a huir. La personalidad se fragmenta ante mensajes contradictorios. Este conflicto puede dar lugar a despersonalización, psicosis…

love-dibujoLa consecuencia de estas formas de apego inseguro es la falta de VALÍA. Sus síntomas son la ansiedad y el miedo, la indignidad y la desvalorización, la desconfianza y la culpa, el enfado y la agresividad (que parte de la frustración, del dolor). Y también la antidependencia y el aislamiento.

Cuando se cronifica el hambre de afecto, del vacío y la ansiedad que éste provoca, surgen las ADICCIONES como formas de compensar el dolor insoportable. Aunque cambiemos el objeto de la adicción, si no cubrimos el vacío, la tendencia adictiva permanece. Hay adictos a la meditación, a la militancia, a los cursos, al trabajo, la imagen, los títulos, a tantas cosas… El nivel de adicción se mide por lo visto con el nivel de frustración que surge al vernos privados de aquello que nos engancha.

Esto que cuenta Enrique es mi autobiografía. Mis adicciones han ido pasando por distintos “objetos” desde el tabaco o los libros, el orden, la búsqueda de aprobación, el victimismo, el amor romántico, y tantos otros….

Aspectos sicológicos de la ansiedad

Sin darnos cuenta, parece que proyectamos alcanzar en el futuro la plenitud que no tuvimos en el pasado, y esto nos causa más ansiedad. O procuramos aturdirnos para no sentir la soledad y el vacío que tapamos con hiperactividad. Y no paramos de rumiar o cavilar mentalmente:  ya cuando el niño sufre empieza a no vivir en el presente. Si alguien quiere consejo de cómo conseguir esto, que me avise.

Añade que la ansiedad en el síntoma de nuestro tiempo: se  ensalza tanto la valiosa herramienta de la mente que estamos a su merced en vez de al acontrario; la sociedad en constante cambio, donde no están claras las normas, donde a veces todo carece de sentido; la cultura narcisista que descuida la calidad de la relación y la solidaridad… favorece aún más el vacío afectivo, la ansiedad y la adicción.

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Para superarla, da algunas pautas cómo cultivar el amor humilde a uno mismo, lo que supone abrazar nuestra SOMBRA; Rescatar a nuestro niño interior (automaternización); reeducar adicciones con amor, comprensión y compasión; cuidar las relaciones, no tanto la cantidad sino la calidad; y apoyarnos en nuestras rocas internas, nuestras fortalezas: identificar algo firme dentro donde nos hemos apoyado en las crisis.

Las principales ROCAS son la auto aceptación, la creatividad, la autocompasión, la confianza en que la vida siempre sabe, la fidelidad a uno mismo, la docilidad, la flexibilidad; no reducirnos a lo que nos ocurre, somos más que eso; encontrar un sentido para vivir; el silencio, la meditación, etc.

Me pareció muy interesante lo que afirmó sobre que LA VIDA TIENE SENTIDO EN SI MISMA no hace falta buscarlo, es un asunto de comprensión. “El sentido de mi vida es ser lo que soy”. Qué alivio, cuánto tiempo preguntándome: cuál será el sentido de mi vida….?

El proceso de sanación sicológica consiste en identificar y sanar las heridas: llorando el trauma, aceptándolo (yo tengo ya mucho adelantado en lo del llanto, quizá lo de aceptar…) y reeducar con paciencia. (con muuuuucha paciencia)

Desde la dimensión espiritual

La ansiedad solo se da cuando hay inconsciencia, dice Enrique. No se puede uno liberar de ella desde un plano exclusivamente sicológico: donde hay un YO separado hay miedo, soledad, ansiedad. La herida original no solo deja un vacío sicológico, sino una desconexión de nuestra verdadera identidad. Nos vivimos desde la carencia en vez de la plenitud y la totalidad que somos, por eso la base del problema es espiritual y solo respondiendo a la cuestión QUÉ SOY YO, podemos sanar completamente.

Esto se hace difícil expresar, es árido, solo se puede experimentar y comprobar. Las ideas, las creencias nunca pueden dar seguridad, son construcciones mentales y por tanto frágiles. Solo son una roca si están fundamentadas en la experiencia, dice Enrique.

El trabajo espiritual consiste en COMPRENDER, salir de la ignorancia y alcanzar un estado de presencia desarrollando la atención y el silencio mental. Observar la mente que piensa, liberarse de la hipnosis, aunque sean instantes, ya nos sirve de referencia. Es un adiestramiento para poder acercarnos a responder a la pregunta QUÉ SOY YO. No quién soy yo. Podremos alcanzar a comprender que somos ESO que se da cuenta de la experiencia, y no caer en la trampa de pensar que somos quien ve, oye o piensa. Eso que se da cuenta, no está atado al cuerpo, localizado en él, es consciencia no local, atemporal. YO SOY es identidad compartida. Como el campo unificado de consciencia del que habla la física cuántica.

Como la mente, ese mono inquieto que le llama Enrique, se alimenta de apropiarse de todo, tenemos que ejercitarnos en soltar si queremos ser libres. Para comprender y vivir lo que somos, hay que entender que a lo que nos agarramos, nos esclaviza. Pero para soltar (desde la aceptación) tenemos obstáculos, resistencias como creer que la seguridad está en el control, cuando está en el fluir. No es algo que se conquista, es lo que somos. Pasar del control a la entrega, del estado mental al estado de presencia, del estado separado al de unidad, esa es la clave según él.

¿Y qué tuvo de especial este encuentro?

Precisamente, lo que no se dijo, lo que no se puede transmitir con palabras. En primer lugar, la propia presencia de Enrique es un ejemplo vivo de integridad, de serena alegría, de paz y sencillez. Luego, en las meditaciones que propone a cada paso , vamos, experimentando sus propuestas en ese acercamiento emocionante, duro a veces, pero liberador, hacia nuestro centro, hacia nuestra esencia. En las primeras tuve dificultades, resistencia, me distraía, no podía concentrarme. Pero en la meditación final propuso que trajéramos a la mente algún asunto que nos inquietara. Para mí fue sobrecogedor porque COMPRENDÍ, emocionada, con una claridad dolorosa pero liberadora, cómo todo está en nosotros. Como un velo que se cae y que de pronto me dejó ver la tramoya, experimenté lo que siempre había leído: que lo que vemos en el otro, la dificultad, la actitud, el conflicto, está en realidad DENTRO de nosotros, el otro no es más que un espejo. Me gustó dar este pasito más en la senda espiritual, en el camino de la vuelta a casa.

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