Los abuelos de mi padre procedían de un pueblo donde hay casas excavadas en roca viva, cuevas horadadas en la montaña, en plena serranía andaluza. Si el paisaje influye en el temperamento de quien lo habita, explica la dureza del carácter de mis antepasados. Mi bisabuela María tuvo una hija de una relación clandestina tras enviudar y sus hijos la repudiaron y se fueron a vivir a otro pueblo.
Tuvo cinco hijos con Rodrigo, su marido. Un par de años después de su muerte nació Ana, de padre desconocido que siendo mayor, ya casada y con dos hijos, se quitó la vida.
Rodrigo se ganaba la vida cortando leña en el monte, de la que hacía carbón para venderlo en el pueblo: era lo más usado para calentarse y cocinar en la época, a punto de iniciarse el siglo XX. Cuando sus hijos fueron creciendo se los llevaba al campo y les enseñó el oficio.
Nacieron del matrimonio: Miguel, Antonio (mi abuelo), María, Rodrigo y Francisco, al que llamarían siempre Frasquito.
Pocos años después de enviudar mi bisabuela, cuando quedó embarazada de una relación clandestina, los hijos mayores, aún muchachos, se trasladaron al pueblo donde procede mi familia y renegaron de la madre. Con la moral de la época, supongo que no soportaron lo que consideraron una vergüenza y un deshonor.
Se marcharon primero Miguel y Antonio que se fueron a vivir a un chozo en la sierra y empezaron a hacer carbón, el oficio que conocían. Bajaban al pueblo a venderlo en bestias con serones de palma, y también a los pueblos vecinos. En seguida se les unió la hermana, María, que se ocupaba de la comida y la casa. Poco más tarde se fueron también los dos hermanos menores, que se instalaron por su cuenta, se dedicaron al ganado y la huerta, y dejaron a la madre sola con su hija y su dolor.
El negocio de los hijos prosperó rápidamente, la rabia supongo que les haría trabajar con ahínco. Miguel, el mayor, dirigía la sociedad con mano dura, y advertía a los hermanos que si se marchaban, el negocio no se repartía. Cumplió su promesa y al parecer se quedó con todas las propiedades y herramientas cuando los dos se casaron. Desde entonces rompieron relaciones y dejaron de hablarle Antonio y María, tradición que siguieron sus descendientes.
Miguel se quedó soltero toda su vida, aunque se amancebó de mayor y crió a dos sobrinos: Antonio, hijo de Rodrigo, al que trataron muy bien y María Luisa, hija de Ana la hermanastra, a la que tenían como criada. El primero, seguramente se lo trajeron para aliviar la economía de sus padres y la segunda, porque fallecería la madre y los dos hijos se repartieron: del varón se hizo cargo la familia paterna y de la niña la materna. Este sobrino, Antonio, murió ya casado y con hijos, envenenado con setas, heredó todo su capital. La niña, nada.
Las dos caras de Antonio
Mi abuelo era un excelente trabajador, mañoso, inteligente y emprendedor. Pero también un hombre duro, exigente, cruel y rencoroso. Supongo que sin reponerse aún del duelo del padre, no pudo superar la indignidad que en la época y el lugar suponía el desliz de la madre. Ese dolor parece que trató de ocultarlo toda su vida detrás del perfeccionismo y la rabia que desahogó sobre todo con palizas a su mujer y a sus hijos.
Como si quisiera contrarrestar la supuesta vida disoluta de su madre, se empeñó en doblegar a su esposa, criar hijos rectos, hacer prosperar el cortijo donde vivían y labrarse una reputación sin tacha.
Se casó con mi abuela Catalina, una mujer alegre y sociable a la que le gustaba cantar y bailar, así que la mezcla fue explosiva. Criada en el pueblo, se marchó a vivir con su marido a la finca que ella tenía en el campo. Tuvieron a Rodrigo, Josefa, Antonio, José y mi padre, que, como mi madre, era el más pequeño de la familia. Mi abuelo llevaba el negocio espléndidamente, era reconocido y admirado por todos, un hombre de palabra, de principios, serio y cumplidor.
Pero la vida en el cortijo era un infierno: palizas, infidelidades, control y silencio. De vez en cuando mi abuela se iba al pueblo una temporada para desquitarse. A veces les visitaba su hermana soltera y el martirio era aún peor: ésta le pegaba a sus hijos y su marido lo permitía. Si discutían, el marido apoyaba a la cuñada en contra de ella, y parece que la complicidad del marido con la hermana de mi abuela iba aún más allá.
Mi abuelo sufría problemas estomacales que terminaron derivando en un cáncer de estómago. Fue a la capital a que le operaran y se “quedó en la piedra”, no salió con vida del quirófano, cuando solo tenía 50 años. La mujer le dejó allí y se vino sin enterrarlo. Mi padre nunca se lo perdonó a su madre, a la que jamás mencionaba. A su padre lo admiraba muchísimo.
Se trasladaron al pueblo y al poco mi abuela cayó enferma y murió de cáncer de hígado. Esta dolencia sería el legado que dejó a la mayor parte de la familia que murió de lo mismo. Mi padre quedó huérfano de padre y madre a los 10 años.
María, la mujer de hierro
María, la hermana de mi abuelo, se casó con Diego, de una conocida familia de hombres mujeriegos del pueblo. Se fueron a vivir a un gran cortijo con huertas y una gran extensión de tierra calma, donde sembraban garbanzos, trigo y otros cereales que no necesitaban riego. El marido era gruñón pero bondadoso, dirigía el cortijo que contaba con muchos trabajadores, hasta que enfermó de tuberculosis. Entre los jornaleros se contaban los repartíos, muertos de hambre que el alcalde “repartía” entre las fincas según su extensión y que trabajaban por un sueldo mísero aunque apenas se sostenían en pie.
Los dos hijos mayores enfermaron también de tuberculosis, al mayor tuvieron que extraerle un pulmón y el pequeño siempre fue frágil y enfermizo. Pero como tenían dinero, pudieron traer penicilina de contrabando desde Gibraltar que les salvó la vida. Se casaron y se quedaron en la finca a vivir y trabajar.
María, la madre, tuvo que hacerse pronto cargo del negocio y lo hizo con mano dura. Trataba sin cuidado a los trabajadores y a las nueras que vivían a su sombra, las insultaba y humillaba. Tenía todo bajo llave, era tan estricta que todos desfallecían de hambre. Parece que con la hambruna que había por doquier era la única forma que encontró de hacerse respetar y preservar los bienes.
Tuvieron dos hijas y cuatro hijos. A la primera de las hijas le dispararon siendo joven en la cara por accidente y siempre estuvo desfigurada. Desde ese momento padeció ya toda su vida problemas mentales. A pesar de todo se casó con un buen hombre y tuvo dos hijas y un hijo. A este último, lo tuvo que criar la abuela porque empeoró su dolencia. Cuando este niño creció también enfermaría de lo mismo.
La segunda hija, la favorita, era presumida y consentida, se fue a vivir al pueblo cuando se casó.
El penúltimo hijo siempre tuvo problemas mentales, según parece era bipolar, enfermedad que probablemente empezó a padecer cuando presenció el accidente del disparo a la hermana. Ya mayor vivía con su hermano, se fue un día de invierno a una pequeña charca y allí se ahogó. A la gente le asustaba tratarlo por su comportamiento impredecible, pero mi madre sentía un cariño y una conexión muy especial con él.
El más pequeño estaba trastornado también, siempre fue mujeriego, fantasioso, mal trabajador y peor gestor de la economía. Dejó embarazada a su mujer (la hermana favorita de mi madre) siendo muy jóvenes y se casaron. Ella siempre tuvo que trabajar para sostener al hijo y cuatro hijas que tuvieron. Le conocí y de pequeña, me parecía extravagante y divertido pero luego supe que maltrató siempre a su mujer e hijas y que dejó dejó fuera y dentro de su familia a muchas mujeres desquiciadas, víctimas de sus abusos.
De los dos hermanos más pequeños de mi abuelo, Rodrigo y Frasquito, poco se sabe, que no se asociaron con los carboneros y quedaron al margen de la disputa de los otros tres. Vivieron del campo y del ganado y sufrieron las penalidades y estrecheces de la mayoría en las primeras décadas del siglo en la serranía del sur de España.
A pesar de todo mi padre, ya huérfano, pasaba temporadas en la finca de su tía María, donde trabajaba duro pero se sentía bien tratado, y tuvo excelente relación con sus primos mayores, considerados los únicos cariñosos, amables y responsables de esta familia
