¿Cómo desbloquear la creatividad?

Que nadie se ilusione: tengo la pregunta, no la repuesta. Y eso que leí mucho sobre el tema, buenos manuales con excelentes prácticas para deshacer los bloqueos creativos, para que fluya lo que cada uno tiene dentro y se beneficie de sacarlo, de expresar y compartirlo.

Pero no se trata solo de conocimiento, voluntad ni autodisciplina. Hay a veces una sombra, una especie de niebla espesa y pegajosa que se adhiere a las piernas y no te deja avanzar, como en una de esas pesadillas donde no podemos correr por más esfuerzo que hagamos.

Estoy en uno de esos momentos en los que tengo tiempo, me siento bien y quiero escribir. Pero no puedo. Doy vueltas por la casa, me invento mil excusas ante mí misma, me prometo que después de esta o aquella tarea me pondré…. Y luego no lo hago. Y me siento mal, claro. A veces hablo con alguien que me inspira profundamente, o tengo una experiencia muy estimulante, o leo una novela que me hace desear intensamente escribir. Pero de nuevo me digo: sí, ahora cuando eso, me pongo…

 

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Si se me acaban las primeras excusas, las tareas caseras, me refugio en la tele. No aguanto la publicidad ni las noticias, así que me pongo a ver el canal Netflix. Acabé odiándolo cuando me saturé de ver películas y series en mi época de mayor ansiedad y debilidad, en donde no podía hacer otra cosa que meditar y quedarme absorta delante de la pantalla. Pero después de una temporada de darnos la espalda, de renegar de la televisión, se vuelve con más ganas. Como de cualquier otra adicción inconfesable, como a la comida, a una relación tóxica o al tabaco, se retorna con un ansia renovada. Últimamente estoy enganchada a una serie, Homeland, de espionaje norteamericano ¡no se puede caer más bajo!

El último pretexto que me puse fue que cuando me vaya fuera unos días allí escribiré. Sin las distracciones de cocinar o limpiar la casa, sin gestiones que hacer, sin la familia con la que distraerme. A ver qué pasa. Me iré unos días a la playa con una amiga y otros al campo, con otra. Ambas saben que necesito tiempo de silencio, de soledad para leer o escribir aunque me encanta compartir paseos, baños y largas e interesantes tertulias con ellas. De nuevo lo tendré fácil, pero ya me conozco: que merezco descanso, que también hay que disfrutar del “dolce far niente”, que es sanador pararse, o que es más importante ponerme al día con ellas, que ya escribiré cuando esté en casa sin nada estimulante que hacer… y volvemos a lo mismo.

Cerrar el círculo

Me acuerdo de grandes obras de arte que se hicieron precisamente sobre la falta de inspiración: Ocho y medio, de Fellini; o la última de Almodóvar, Dolor y Gloria, y en medio tantas otras. Sin ánimo de comparar (un desliz de mi ego, supongo) uso esos argumentos para estimularme diciendo: “escribe aunque no sepas de qué, escribe aunque sea de eso, de que no sabes de qué escribir, lo mismo llegas a descubrir qué pasa”.cuerda círculo.jpg

 

 

Este mes en el que he abandonado la escritura aquí me lo tomo como unas vacaciones veraniegas anticipadas, no me voy a castigar.

Pero ¿que por qué me resisto a escribir? Creo que porque temo exponerme… Quizá me siento algo más vulnerable y desanimada últimamente, muy muy sutilmente. Quizá estoy atravesando un pequeño duelo y no quiero ahondar, porque el pozo puede que tenga túneles que lo comuniquen con otros pozos y me pierda en el laberinto subterráneo.

Tengo dificultad para encontrar motivación para sentarme ante el ordenador o el cuaderno, cuando siempre se me agolpaban los temas y me faltaba tiempo. Atravieso un bloqueo de la autorepresión que me entorpece hasta para hacer la lista de la compra. No solo tuve resistencia a escribir aquí, creo que el origen está sobre todo en un proyecto que tengo atascado.

Es una especie de compendio autobiográfico que empecé a redactar por orden de mi siquiatra y el estímulo de mi profe de literatura. Y claro, al principio fue un divertido juego de palabras, una excitante vuelta al pasado, a releer la historia desde la experiencia de los años vividos. Pero cuando de verdad entro en harina, la cosa se pone fea. Ya no es tan divertido. Empiezo a soñar con los asuntos con los que escribo, me agoto cuando solo llevo una página y necesito desconectar… Pero ¿esto qué es? Ahora entiendo que este proyecto no es escribir un libro, sea para publicarlo o no. Es algo más, es afrontar el pasado con honestidad, sin fingir que no pasó lo que pasó, sin minimizar el impacto que tuvo en mí, tratar de detectar lo que aún no está limpio del todo.

Sólo así quizá pueda también conectar con la fuerza que me ha permitido llegar hasta hoy y superar todo lo que afronté. Puede que aprenda a emplear esa fuerza en fines más gozosos para mí y en procurar más bienestar para quienes me rodean. Buscar un sentido nuevo a mi vida, vaya. Ahora entiendo la dificultad de la empresa y el interés del siquiatra…

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Cuando entro en faena, un laberinto, una madeja difícil de desenredar, un lío eso de ordenar los recuerdos. Cómo tejer la realidad ya desdibujada sin demasiado falseamiento, cómo dar forma a fragmentos inconexos, cómo desenterrar las emociones asociadas. Cómo reinterpretar lo vivido, cómo completar los cuadros incompletos de la memoria, cómo detectar las partículas de resentimiento y neutralizarlas para que no germinen y lo contaminen todo.

Por fin en la playa, una llamada de atención de mi profe (aunque está de vacaciones) y el estímulo de mi amiga consiguieron desbloquearme de nuevo,. He vuelto a escribir, avanzar y sostener el peso de lo vivido y seguir trenzando el hilo de la historia, de mi historia. ¿Para qué? No sé, para nada, o para aprehenderme, o para comprenderme, o para darme, o para liberarme. Lo hago, me siento bien, de nuevo fluyo, disfruto y ya está.

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